jueves, 14 de marzo de 2019

UN PASADO QUE NO VOLVERÁ..., POR SUERTE.

Decía Salomón ( hijo del rey David según la Biblia) que "hay quien parece rico y no tiene nada, y hay quien parece pobre, y tiene muchas riquezas" y Javier Herrera (escritor) "la riqueza de un hombre no se encuentra en la cantidad de dinero que posee, sino en la calidad de su conocimiento y educación"  Zig Ziglar (escritor estadounidense 1926-2012) decía que "los pobres tienen televisores pequeños y bibliotecas grandes, y los ricos tienen pequeñas bibliotecas y televisores grandes"  y, por último, John Galsworthy (novelista y dramaturgo inglés fallecido en 1933) señalaba que "la riqueza es un medio para un fin, no el fin en sí mismo. Como sinónimo de salud y felicidad, ha tenido un juicio justo y fracasó estrepitosamente".

En muchos textos históricos se describe como la sociedad de la primera mitad del siglo XX y la del siglo XIX, estaba guiada por las apariencias de opulencia y poder, por la riqueza mal entendida, por la soberbia que envenenaba y destruía como un rodillo a todos los que no convenían porque se les consideraba inferiores, analfabetos y, por lo tanto,  "facultaba" para destruir sin piedad. Se manipulaba y se caciqueaba amparándose en la pobreza. Quien así obraba, reflejaba su mezquindad, su falta de principios y valores más elementales. Se reían de los demás sin darse cuenta de que esos "demás" sentían lástima por ellos, por su pobreza espiritual, deshumanizados, que ponían de manifiesto constantemente cuando actuaban, cuando hablaban, cuando vejaban a los que tenían bajo su techo.

Enemistades entre familias que llegaban a las agresiones físicas. Lucha de poder. Odio generacional que se transmitía como una herencia.

Decía un amigo mío alemán, historiador y psicólogo, que la historia de España ha sido la de lucha entre hermanos sin saber por qué se lucha realmente, la de personas que se dejaban manipular por ignorancia, la de vivir de la apariencia y ponerla de manifiesto para que todos les admirasen, engreídos y soberbios. Hoy se llamaría "postureo". Una historia de envidias, unos que quieren generarla, otros que caen en esa trampa y la mayoría que pasan de ellos. Los dos primeros no consiguen ser felices nunca y viven una vida amargada aunque aparenten lo contrario. Karl me decía  que sentía pena por ellos.

Los españoles en otras épocas, no todos por suerte, aunque todavía hay una minoría actualmente, no reflexionaba,  no escuchaba ni se dejaban guiar pero si manipular.  Los españoles nos hemos considerado a lo largo de la historia el centro del mundo y así nos ha ido. Se ha vivido del recuerdo de lo que se fue y no hemos sido capaces de defender nuestros intereses, objetivos y evaluables, frente a otros que aprovechaban esa debilidad. Esa historia nos ha enseñado y muy bien. Los españoles de los pueblos, los pocos que han quedado, han aprendido a vivir sus derechos, con orgullo. A no tener miedo y menos vergüenza.

Por suerte, aquellos tiempos pasaron. Los pueblos, aislados entonces, la " España profunda", ya no son el nido de víboras que en muchos casos fueron, dianas crueles de los foráneos. Mucha de la gente humilde de aquella época, puede dar lecciones magistrales de vida a aquellos que en su día se creyeron los poderosos y a los que los años, la vida, les ha puesto en su lugar o simplemente les ha olvidado.

Las comunicaciones, la educación y el contacto con personas con ideas diferentes, han logrado ese cambio. Somos ciudadanos del mundo. No volvamos hacia atrás.






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