sábado, 24 de noviembre de 2018

La escuela y don Lorenzo Rogado

"El año 1928 fue para mí muy triste en lo tocante al ámbito familiar. Contaba con casi 7 años y en marzo de ese año nació mi hermano pequeño que murió a los 28 días.

Por otra parte, hubo un cambio sustancial en la escuela. Tras una convocatoria para proveer vacantes de maestros interinos por maestros nacionales propietarios de la plaza, una de las cuales era la de Turra, se produjo el cambio.

Se le adjudicó a don Lorenzo Rogado, natural de Villar de Gallimazo, pueblo perteneciente al partido judicial de Peñaranda de Bracamonte (Salamanca). Este señor venía de Belalcázar (Córdoba), donde 


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Belalcázar

había estado ejerciendo. Como vio que podía acercarse a su tierra, solicitó la plaza que le fue concedida.

Llegó al pueblo para ver en qué estado estaba la escuela, vivienda y todo lo concerniente al servicio que iba a ejercer.

No había casa y pidió un lugar dónde quedarse si querían que siguiera en el pueblo. De momento, el alcalde pedáneo, que en ese momento era Victoriano Bonilla (el dios, como se le apodaba), le dijo que él le podría hospedar en su casa hasta que el ayuntamiento le hiciera una para que viviera con su familia y don Lorenzo aceptó el ofrecimiento. 


Casa de los maestros en Turra de Alba
Imagenes propiedad de Mª Concepción Curto Ciudad

Fue un maestro muy duro, con su varita siempre en ristre, pero a su manera nos quería mucho, más si nos esforzábamos. Cuando nos pillaba haciendo alguna trastada, ya nos podíamos preparar. Nos tenía más derechos que un huso, pero aprendimos todo lo necesario para podernos desenvolver en la vida, estimulándonos a su manera y aprendiendo a respetar y a ser honrados por encima de todo.

Recuerdo que un día apareció un inspector de educación y preguntando al azar, me tocó responder a mí. Al hacerlo correctamente, después de marcharse el inspector, don Lorenzo empezó a abrazarme llorando y me dijo que no podía imaginar lo que había hecho por él contestando correctamente. Eso se me grabó en el corazón y, aunque entonces su actitud me sorprendió, hoy puedo entender lo que debía suponer para un maestro de escuela, en aquella época, que un inspector se llevase una buena imagen del maestro a través de sus alumnos.

Había niños muy inteligentes que, en estos tiempos, habrían llegado muy lejos. Otros, no tanto. Pero entonces comenzaron muchas revueltas a consecuencia de la proclamación de la República, las masas obreras eran violentas y las comunicaciones para acudir a Salamanca no eran muy buenas.

Yo tuve un problema en un ojo, unas úlceras. Aunque mi tío era un gran médico en Salamanca,  casado con mi tía Carlina y presidente del Colegio de Médicos y me vieron oftalmólogos muy competentes, perdí la mayor parte de la visión de ese ojo y tuve que faltar desde septiembre de 1930 a junio de 1931 a la escuela, por las continuas visitas a los médicos de Salamanca. Después ese tiempo perdido lo recuperé con creces. Eso no ha impedido que haya podido leer con el otro ojo toda mi vida y ese gusto por la lectura se lo debo a don Lorenzo y a mi familia.

Sus restos reposan en el cementerio de Turra sin lápida ni estela funeraria, ni siquiera un túmulo, pero su recuerdo perdurará siempre en mi corazón".

Después de este maestro vinieron a Turra muchos otros, unos buenos, otros mediocres y otros nefastos que hicieron mucho daño a algunos niños, quitándoles los libros que concedía el Ministerio de Educación para dárselos a otros a escondidas, dependiendo de los regalos que les hicieran los padres o la comida que les llevaran. Como suele decirse, "se vendían por un plato de lentejas". Por suerte, fueron los menos. A algunos de estos, el tiempo les pasó la factura.

viernes, 23 de noviembre de 2018

La escuela y sus maestros (2)

"Todo lo que aconteció con el primer maestro, dio lugar al cambio que se produjo. Las quejas eran constantes y también el cansancio que le producía esta situación al pobre maestro motivó que se negara a continuar impartiendo la enseñanza.

El alcalde de Pedrosillo, en unión con el alcalde pedáneo de Turra, informaron de la situación al señor Gobernador Civil de Salamanca para que diera una solución al problema y la petición fue atendida.

La primera solución por la que se optó fue la de declarar el local como escuela oficial por el número de niños y niñas a escolarizar, con el título de Escuela Nacional Mixta de Educación Primaria de Turra de Alba y en segundo lugar,  nombrar interino a un maestro titular hasta que se hiciera una convocatoria de vacantes.

El momento llegó y se nombró para desempeñar el cargo al titular don Q.C.B., natural de Pedrosillo de Alba y trasladado desde Asturias donde ejercía por voluntad propia, pero al que el ofrecimiento no disgustó por encontrarse cerca de su pueblo natal.

Se instaló en Turra, en casa de mis padres, ya que tenía vínculos familiares con ellos. Empezó ejerciendo su trabajo en septiembre de 1926  prolongándose hasta junio de 1928.

Como persona era muy afable e inteligente.

Al comenzar el curso, lo primero que hizo fue pedir que se matriculasen todos los niños y niñas que pensaran asistir (era obligatorio); en segundo lugar, llevar un libro donde se reflejasen las faltas a clase que debían justificarse si era por necesidad imperiosa y por último, nos distribuyó en secciones según el nivel de conocimientos que cada alumno tuviera para impartir las enseñanzas que correspondiesen a cada grupo.

Para todos fue un cambio sustancial".

La escuela y sus maestros (1)

"Corrían los años 20 del siglo pasado. La escuela era un lugar lleno de goteras, grietas en las paredes y dos pequeñas ventanas por las que apenas pasaba la luz suficiente para los fines a los que estaban destinadas.


El pavimento era de madera desajustada en varios tramos e incluso, en algunos sitios, estaba partido". Este era el lugar primitivo  destinado a la enseñanza. Hoy seguimos conservando este local, rehabilitado por el buen hacer de los alcaldes de nuestro pueblo y destinado a celebrar las reuniones, festivas o no. Gracias por mantener viva "la escuela" de tantos recuerdos.



Durante muchos años, los maestros dependían de los municipios, de ahí proviene el refrán de "pasar más hambre que un maestro de escuela". Os dejo que saquéis vuestras propias conclusiones.

"Cuando fui por primera vez a la escuela, el maestro era un señor del pueblo. No era titular de profesión. Hacía algunos años que vivía en Turra, pero su procedencia era de Chagarcía Medianero. Hijo del secretario titular del Ayuntamiento de este pueblo, estaba casado. Su mujer era F.S., natural de Carpio Medianero, provincia de Ávila y limítrofe del anterior.

Las actividades que ejercía eran múltiples: maestro, secretario de la Junta Administrativa (ayuntamiento), barbero, encargado del toque de las campanas para los distintos acontecimientos (el amanecer, las doce del medio día, el cese para que los trabajadores fueran a comer y al atardecer, las horas de oración y por actos religiosos como el rezo del Santo Rosario, toque de difuntos, repique de campanas para las fiestas o un toque especial cuando había algún fuego (para que los lugareños y de los pueblos limítrofes se reunieran para ayudar al que sufría tal desgracia). Además tenía un pequeño huerto próximo a la escuela. A veces nos dejaba solos en la escuela para atender a algún cliente, lo que daba lugar al mayor alboroto posible. Ese desorden lo comenzaban los mayores, aprovechando a fumar arrancando alguna hoja de los libros que no se usaban y la paja de las algarrobas que se filtraba del pajar del señor C.B., colindante con la escuela. Cuando llegaba el maestro, no se le veía por la cantidad de humo que había, que mas parecía un chozo de monte que una escuela. Esto daba lugar a alguna paliza, empezando por los mayores que eran los autores y terminando por lo pequeños acusados por los otros. Y así terminaba la jornada escolar del día, ¡tan calentitos!




Estas eran las causas de que varios días, los que éramos más pequeños, a los que nuestros padres nos creían en la escuela, buscábamos algún lugar donde quedarnos jugando y no entrar en ella. El maestro se quejaba a nuestros padres. 

Debido a las continuas quejas y al cansancio que esta situación producía en el pobre maestro (una gran persona),  se produjo el cambio.

martes, 20 de noviembre de 2018

Los cementerios de Turra

Cuando de pequeños nos hablaban de los cementerios o íbamos con nuestros padres a rezar a los abuelos, no nos hacía demasiada gracia. Con el paso del tiempo, vemos en ellos un recuerdo del pasado, de aquellos que amaron y poblaron nuestro pueblo y dejaron su recuerdo inolvidable en todos nosotros.

En 1348 comienza la peste negra, la peste bubónica en Europa, producida por una pulga de las ratas que hizo que la población disminuyera en un tercio.

Se cree que en Castilla y León llegó en octubre de 1348 procedente del norte, vía Camino de Santiago, por el Oeste vía Portugal  (procedente de intercambios por mar) y por el este, por Aragón. Se enterraba a los muertos con sus utensilios de comer, platos o jarras principalmente. Algunos de ellos, (procedentes de esa época o posterior), que llegué a ver como niña curiosa, deben encontrarse en algún museo particular de Barcelona, en un "periodo de restauración" que dura varias décadas. En muchos casos se les cubría de cal como desinfectante.

Los cánones conciliares consideraron los espacios junto a las iglesias, los "corrales", lugares habilitados para el enterramiento de los fieles, de esa manera se evitaba enterrarlos bajo las losas en las iglesias, aunque esos espacios se destinaban a personas del clero o de la nobleza, algo que en Turra no se produjo. Ese lugar existió en nuestro pueblo detrás de la sacristía, el primitivo cementerio, con unas escaleras por las que se accedía a la torre. De niños todos hemos subido (aunque estaba rodeado por una tapia y con una puerta estrecha) y podíamos tocar la campana "grande".

En la segunda mitad del siglo XVIII, Carlos III, ordena la construcción de cementerios en lugares ventilados, alejados de la población, en suelos permeables, por pura salubridad. Me imagino que en los pueblos esta medida no se llevó a cabo por el coste económico que suponía y por una tradición respetada por todos.

Pero por Real Orden de 28 de junio de 1804, se insiste en esas construcciones, llamándolos "camposantos". 

El obispo de Salamanca don Antonio Tavira y Almazán, en la primera década del siglo XIX, construye el primer camposanto en Salamanca. Imagino que este obispo ordenaría en toda su diócesis seguir su ejemplo durante un periodo más o menos largo.

Estos camposantos estaban rodeados por un muro, con una cruz en el centro y otra sobre la puerta de entrada. Así podemos verlo en el cementerio de Turra. En este cementerio se hizo una pequeña habitación aneja que contenía una mesa de piedra para autopsias o simplemente para preparar el cadáver para ser enterrado. Hoy no existe.

Con la restauración de la iglesia de San Juan de Turra, desapareció el cementerio, se trasladaron los huesos al actual y desapareció la sacristía donde nos daba catequesis para la preparación de la comunión don Dionisio. Esta sacristía tenía dos puertas, una con acceso desde la calle  y  la otra, mayor, desde la iglesia en la pared de la derecha. 

A la derecha de la puerta de entrada a la iglesia había una enredadera, la "pasionaria" con una flor muy bonita. Todo esto desapareció en las sucesivas reformas de la iglesia.

En el nuevo cementerio, están enterrados nuestros seres queridos, cuyas voces resuenan en nuestros corazones con aquella alegría que les caracterizaba, pero también hay tumbas que ya no se reconocen, sin lápida ni estela funeraria, como la del gran maestro de este pueblo, don Lorenzo Rogado que marcó el futuro de nuestros padres y que merece un relato especial.


sábado, 3 de noviembre de 2018

La fiesta del Domingo del Señor

La fiesta del Corpus, el jueves de Corpus que desde hace unos años se festeja el domingo siguiente, en Turra siempre se ha celebrado el domingo. Para nosotros, turreños, es el Domingo del Señor, la gran fiesta de Turra.


Esta fiesta corría a cargo de los "mayordomos" con su vara que les designaba como tales. Se llamaban así porque se ofrecían al Santísimo por algún motivo, le alumbraban todo el año con una lámpara de aceite que estaba y está junto al Sagrario en la iglesia. Pagaban la misa al sacerdote de ese gran día, misa que era cantada por el sacristán acompañado por algún vecino. 

Se contrataba a músicos de Valdecarros (hoy siguen acudiendo con un cariño muy especial al pueblo y a la tradición). Se siguen colocando durante la misa en la tribuna de la iglesia, tocando el himno nacional al Altísimo al levantar el sacerdote la sagrada Hostia. En ese momento se hacía explotar un cohete que los feligreses después del susto de la explosión se alegraban de que permaneciera esa costumbre.

Seguidamente se hacía y se hace la procesión con el repique de campanas y la explosión de cohetes. En esa procesión, el sacerdote sale bajo el palio y va parando en los altares que los vecinos que lo desean colocan a las puertas de sus casas.

Mª Concepción Curto Ciudad
Domingo del Señor 2018


Mª Concepción Curto Ciudad
Domingo del Señor 2018



En el ambiente profano, los músicos solían tocar hasta que era la hora de comer. Antiguamente en un local que estaba situado donde hoy está el frontón. Hoy en el local rehabilitado de la escuela. Por la tarde se organizaban juegos, vaquillas y después el baile, muy concurrido donde acudían jóvenes de los pueblos limítrofes o más alejados, que acudían con sus parejas o en busca de novios/as. Los más pequeños lo pasábamos en grande corriendo entre ellos.

Hoy seguimos compartiendo los lazos de amistad y vecindad en este día, gracias a los alcaldes que lo han hecho posible.

Olor a la flor del espliego esparcido por las calles, a pólvora de los cohetes, el sonido por las calles de la música de charanga, caras familiares que no se ven desde hace años, en definitiva, alegria del reencuentro en una festividad que se lleva en el corazón de todos los turreños y de todos los que quieran compartir con nosotros ese gran día.